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martes, 16 de abril de 2013

Entre lo público y el poder: ¿cuál es el verdadero rol de los medios de comunicación?


La comunicación es popular, es un bien de la comunidad, el principal elemento con el cual el llamado ciudadano de a pie, aquel que no representa pero tampoco es representado por nada, puede expresar sus necesidades y exigir el cumplimiento de sus derechos.

Al hablar de comunicación se habla de información, una información que esté al alcance de todos sin ningún tipo de distingo o privilegio, que ante todo cuente la verdad y defienda  lo público como principal convicción, pues la información es un derecho de todos y es una consagración que se tiene en cualquier sociedad ‘civilizada’.

Durante años se ha dado un debate extenso acerca de cuál es la posición que deben asumir no sólo los medios, sino también los periodistas que tienen la misión de construir sociedad y formar al público a partir de eso que él está en la obligación de divulgar para democratizar a esa población, que se nutre cada día de este trabajo  para  mantener su conexión con la realidad. Dicho debate ha estado marcado por una serie de factores que ponen sobre la mesa la siguiente pregunta, ¿para quién (o quiénes) trabajan los medios?

Se dice que los medios de comunicación son el ‘cuarto poder’, pero esa premisa se pone en tela de juicio cuando  se ven claros ejemplos de que ese llamado ‘poder’ pierde su vigencia y sucumbe ante  otros poderes más grandes aún  (el político y el económico), haciendo que los medios pasen de ser un órgano de control, cuestionamiento y regulación,  a simplemente una entidad de divulgación de los intereses y las acciones de esos poderosos emporios.

No se puede olvidar que por naturaleza, los medios deben estar del lado de las comunidades,  para velar por su bienestar, buscar la garantía de sus derechos y el sano cumplimiento de sus deberes. Además de ser ese fiscalizador de las irregularidades cometidas por el gobierno, la justicia o el órgano legislativo, las cuales representen una amenaza a los intereses del ciudadano.

Aunque debe reconocerse que en buena parte lo que origina la realización de esos pactos perversos, es la sostenibilidad y la supervivencia de los medios, que muy a pesar de la misión y las buenas intenciones que se puedan tener en un comienzo, no dejan de ser empresas que  requieren del capital para poder prosperar y lograr sus expectativas de crecimiento. Por ello necesariamente se ven forzados a sellar alianzas con las grandes corporaciones,  para poder sobresalir en un mundo globalizado dirigido por el mercado y el capital, en lo que se denomina ‘competitividad’.

Sin embargo, más allá de la mencionada coyuntura, es claro que dicha situación se da en mayor proporción en las grandes capitales,  con aquellos ‘emporios de la información’ que pertenecen a las familias más influyentes de la sociedad,  que por tradición han estado ligadas a quienes han detentado el poder y  manejan la economía como algo propio.

No obstante, en los últimos años se ha venido dando una revolución que se ha desligado de esta hegemonía. Estamos hablando  de las escuelas de comunicación alternativas, públicas e independientes, que  sin perseguir anhelo o interés de lucro alguno, se las ha ingeniado para alcanzar la autosostenibilidad y cumplir la misión que les ha dado la ciudadanía,  para que ser ‘la voz de los que no tienen voz’. 
  
En ese sentido, se puede hablar de  dos tipos de medios: los tradicionales, que basan sus contenidos única y exclusivamente (por razones obvias) en lo que determinen las instancias del poder, dejando de lado el ir más allá de lo evidente y descubrir lo que está detrás de lo informativo; y los alternativos, cuya labor no se limita simplemente a informar y menos a andar tras la sombra del oficialismo.  

En conclusión, la misión de los medios de comunicación no puede verse desviada por mezquinos intereses de lucro, su naturaleza está de la mano con las comunidades. Estos deben tener el carácter de confrontar al poder y contribuir con su trabajo a la verdadera democratización de la sociedad, mas no a ser los cómplices de las democracias disfrazadas y los regímenes ocultos.

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